Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 24 de mayo de 1870
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Castelar
Número y páginas del Diario de Sesiones: 289, 8.319, 8.320, 8.321
Tema: Sucesos de Portugal

El Sr. Ministro de ESTADO (Sagasta): Voy a pronunciar algunas en contestación a la apreciación general que el Sr. Castelar ha hecho de la política exterior del Gobierno, y muy especialmente a la que S.S. ha presentado suponiendo eco al Sr. Presidente del Consejo de Ministros y al gobierno español de la aspiraciones de algún monarca extranjero. El Gobierno español, Sr. Castelar, no es eco de ninguna gran potencia, no es eco de ninguna influencia extraña a su país, no es eco más que da las aspiraciones de su acendrado patriotismo.

Señores, la revolución de Septiembre, que arrancó de cuajo los gérmenes en que se sustentaba la política interior, no había de dejar en pie seguramente la base sobre que se levantaba la política exterior; y a al política continental de la casa de Austria y a la política de familia de la casa de Borbón había de suceder naturalmente una política verdaderamente nacional, una política que arrancando del derecho y basada sobre la justicia, se levantara sostenida en principio de estricta neutralidad francamente proclamado y lealmente cumplido.

El Gobierno, pues, resuelto a observar esas políticas, que podrá ser mala en la opinión del Sr. Castelar, pero que cree que es la política que conviene a la nación española, está tan decidido a no mezclarse en los asuntos interiores de ningún pueblo, como a no consentir que ningún Gobierno se mezcle en los asuntos interiores del [8319] suyo. Y si no tiene la pretensión de intervenir en los grandes acontecimientos de Europa, no ha de presenciar impasible las cuestiones que de cualquier modo puedan afectar a la honra o a la dignidad de España; porque al fin y al cabo, España es una parte integrante y muy importante de Europa.

Ahí tiene, pues, el Sr. Castelar en brevísimas palabras diseñada la política exterior del Gobierno. Conforme con esa política exterior no podía el Gobierno español consentir lo que está pasando ahora en Portugal relativamente a la ingerencia a que se le supone en los asuntos de aquel país, y era necesario, por lo tanto, que hiciera la declaración franca, explícita y leal que acaban de oír los Sres. Diputados de los autorizados labios de su Presidente. El Sr. Castelar está equivocado al decir que no había necesidad de hacer esta declaración; pues al deseo que hay de interpretar torcidamente las apreciaciones que hacen nuestros periódicos, las palabras que vierten los Sres. Diputados, y las ideas emitidas por los Ministros, y a la manera con que algunos políticos de aquel país que, no teniendo razones políticas que alegar contra sus adversarios, toman como pretexto la bandera ibérica para combatirlos en los ataques interiores de su país, hay que oponer la verdad como el más pronto y más eficaz de los correctivos.

Las palabras vertidas por el Sr. Ministro de la Gobernación al dar explicaciones sobre los sucesos de Portugal, palabras verdaderamente prudentes, palabras que no podían inspirar recelos a aquel país, han sido torcidamente interpretadas; y ayudada esa mala interpretación con los comentarios que el celo de un exagerado patriotismo, no la mala intención sin duda, ha aconsejado a algunos de nuestros periódicos, ha llegado a producir allí un estado de alarma y de perturbación relativamente a las intenciones de España, que era necesario y urgente hacer desaparecer con explicaciones francas y leales del Gobierno.

EI Gobierno español pues, ha debido desvanecer esas dudas haciendo las declaraciones patrióticas que ha hecho el Sr. Presidente del Consejo. ¿Y qué es lo que ha dicho el Sr. Presidente del Consejo? ¿Qué es lo que le ha obligado al Sr. Castelar a pronunciar un discurso violento cuando se trataba de una cuestión en la cual no debiera haber en la Cámara más que amigos, porque el Sr. Castelar, sus compañeros, los Diputados de la mayoría y los Ministros son españoles ante todo, cualesquiera que sean, por otra parte, las opiniones políticas que puedan separarlos? Lo único que ha dicho el Sr. Presidente del Consejo es que el Gobierno español desea ardientemente que el pueblo español y el pueblo portugués estén enlazados por los vínculos de una amistad cordial; pero que al mismo tiempo le cumple declarar una vez más, y declarar solemnemente, que es falso todo rumor que tienda a atribuirle propósitos de atacar la independencia de aquel pueblo.

Y al mismo tiempo que hace esa explícita declaración condena con energía a los que toman en aquel país como pretexto la bandera de la unión ibérica para atacar a sus contrarios, atribuyéndoles connivencias españolas a falta de sistema político que oponer al sistema político que abiertamente no pueden combatir, y mintiendo para Europa y Portugal peligros imaginarios.

Esta es la política del Gobierno en lo que tiene relación con Portugal, y esta política del Gobierno se ha manifestado ya en otra ocasión clara, franca y lealmente. ¿Hay aquí nebulosidades? ¿Dónde están, Sr. Castelar, las nebulosidades en que el Gobierno procura envolver su política exterior? Esta es una política muy clara; es una política nacional; es la política de estricta neutralidad: y si la Nación española hubiera seguido siempre esta política verdaderamente nacional, es posible que esos dos pueblos hoy amigos, fueran ya hermanos; que sin perder ni su origen, ni su nombre, ni su historia, pudieran llamarse españoles y portugueses dentro de la Península ibérica; pero íberos al otro lado de los Pirineos y más allá de los mares.

Esa pues, es la inspiración del Gobierno; ¿pero es que tiende a la realización de esa aspiración por la violencia, o por la fuerza, por la astucia? No; tiende a la realización de esa aspiración por la convicción mutua, por el recíproco convencimiento, por la espontánea voluntad de los dos pueblos interesados, y siempre en armonía, siempre en paz con todas las naciones a la España unidas por los lazos a la libertad, del progreso y de la civilización.

(Habla el Sr. Castelar.)

El Sr. Ministro de ESTADO (Sagasta): Yo celebro la habilidad con que el Sr. Castelar ha querido ponernos en desacuerdo al Sr. Ministro de la Gobernación y al que tiene la honra de dirigir la palabra en este momento a las Cortes; pero S. S., o no me ha oído bien, o no ha querido oírme.

Para juzgar yo de la necesidad que el Gobierno tenía de dar ciertas explicaciones, he dicho que las palabras mesuradas y prudentes del Sr. Ministro de la Gobernación han sido mal interpretadas por los explotadores en Portugal de la unión ibérica, como arma verdaderamente vedada para combatir a sus enemigos, cuando no tienen principios políticos que oponer a los principios que ellos representan.

Y pues que estas palabras prudentes y comedidas de mi digno compañero habían sido mal interpretadas, y de eso se sacaba allí gran partido para hacer odioso al Gobierno español, era preciso poner un dique a ese medio reprobado, haciendo el Gobierno, cuya intención se torció, las declaraciones necesarias para destruir la interpretación que a las palabras de mi digno compañero el Ministro de la Gobernación se pretendía dar. Por consiguiente, ¿dónde está aquí la censura que el Ministro de Estado viene a echar sobre la frente del Sr. Ministro de la Gobernación?

Pero S.S. ha insistido en un punto que antes me había olvidado de contestar. Suponía S.S. que la política o no intervención del Gobierno ha sido quebrantada por uno de nuestros representantes, por nuestro embajador en París, dando un convite para celebrar la victoria de unos franceses sobre otros franceses. S.S. está equivocado. Precisamente ese banquete viene a demostrar que la España no tenía nada que ver, ni tomaba participación [8320]alguna en el plebiscito; porque ese banquete estaba anunciado antes de que el plebiscito tuviera lugar, y antes de que se acordara; y el Ministerio de España en París no creyó que debía suspenderlo por ese acontecimiento, dando así a entender que ese acontecimiento no había de influir en la política de España, por más que pudiera afectar mucho a la política de Francia.

Ese banquete, Sr. Castelar, estaba acordado y decidido antes de que se supiera que iba a haber plebiscito, y mucho tiempo antes por lo mismo de que se supiera el resultado. De manera, que si el resultado hubiera sido el contrario, el banquete que nuestro embajador ha dado al cuerpo diplomático extranjero en París se hubiera dado de la misma manera, y entonces hubiera dicho el Sr. Castelar que era para celebrar la victoria de los franceses que ahora han sido derrotados.

Vea, pues, el Sr. Castelar cómo no ha interpretado bien ese banquete, y cómo no conviene en cuestiones internacionales (en las que republicanos y monárquicos, cualesquiera que sean los matices que nos separen, debemos estar conformes); no conviene, digo, dar malas interpretaciones a lo que no es de interpretación susceptible, y dar, sobre todo, interpretaciones que torcidamente puedan venir en desdoro de nuestra representación, en desdoro de nuestro Gobierno y en daño de la Nación española; siendo así que explicadas las cosas natural y lógicamente, no sólo no vienen en desdoro del Gobierno ni de nuestra representación en el extranjero, sino que ayuda, por el contrario, a la grandeza, a la independencia, y a la dignidad del pueblo español.



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